Reflejos y recuerdos

Soy el que se mira en el espejo sin reconocerse, el que busca en la superficie de cristal un rastro de sí mismo y encuentra apenas un eco distorsionado, una impostura. Acabo de mojar mi rostro y las lágrimas, tímidas y clandestinas, se confunden con las gotas que se deslizan como pequeños ríos inciertos. Podría fingir que no lloro, que el agua es el único testigo de mi desconcierto, pero los ojos, esos traidores, delatan la verdad con su enrojecida transparencia, como una confesión involuntaria de la carne que habito.

El espejo es un artificio, un laberinto de mentiras donde me extravío y me encuentro, y aun cuando pretendo creerle, siempre sé que miente. Porque nunca hay un buen mentiroso: el reflejo se traiciona en la leve desviación del gesto, en la duda que asoma en el parpadeo. ¿Quién es ese que me observa con ojos fatigados y un cansancio milenario? Soy yo y no lo soy.

Alguien, alguna vez, dijo que el alma se revela en la música, pero yo permanezco en silencio cuando suena una canción romántica. No hay destinatario para esos versos ajenos, y el canto muere en la garganta como una flor sin raíz. El cuerpo me parece un estuche trivial, una carcasa destinada a desvanecerse en el olvido. Yo, en cambio, busco mentes, significados, estructuras abstractas que trascienden la carne. Me gustaría despojarme de esta envoltura que me define, ser un concepto puro y arquetípico, una mente desatada de su prisión orgánica.

Pienso que si pudiera verter mis recuerdos en una máquina, prolongarlos en la estructura cristalina de un sistema perfecto, aquello sería mi esencia. Porque no soy más que lo que recuerdo, la acumulación de instantes que se encadenan y me perfilan como una figura incierta. Los recuerdos me componen y me sostienen; en su ausencia, no sería sino un vacío sin identidad, un sueño incompleto.

Y mientras el espejo sigue su juego de reflejarme y negarme, sospecho que soy menos yo y más un recuerdo que persiste, que lucha contra el olvido, que aguarda ser trasladado a un soporte incorruptible donde la memoria no se desgaste ni se diluya.