Alexander Rodríguez Guzmán

Alex es un investigador especializado en el estudio del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), con más de 20 años de análisis científico, vivencial y clínico sobre esta condición. Su trabajo se centra en la comprensión integral del TOC, abordándolo desde una perspectiva neurocientífica, cognitivo-conductual y fenomenológica.
lloro, que el agua es el único testigo de mi desconcierto, pero los ojos, esos traidores, delatan la verdad con su enrojecida transparencia, como una confesión involuntaria de la carne que habito. El espejo es un artificio, un laberinto de mentiras donde me extravío y me encuentro, y aun cuando pretendo creerle, siempre sé que miente. Porque nunca hay un buen mentiroso: el reflejo se traiciona en la leve desviación del gesto, en la duda que asoma en el parpadeo. ¿Quién es ese que me observa con ojos fatigados y un cansancio milenario? Soy yo y no lo soy.
El "síntoma en dos tiempos" se caracteriza por la ejecución de dos actos consecutivos con significados latentes opuestos. En el primer acto, el paciente busca evitar o neutralizar un impulso instintivo que considera inaceptable. Por ejemplo, puede lavarse las manos repetidamente para evitar el deseo sexual de masturbación o, alternativamente, retirar una piedra o un trozo de vidrio del camino como un acto de defensa contra un deseo sádico latente. Este primer acto responde a la necesidad de contener y reprimir un impulso que el sujeto experimenta como amenazante para su identidad moral o ética.
La ansiedad y la depresión, a menudo vistas como enemigos, comparten una relación de amor y odio. En ocasiones, se alimentan mutuamente, creando un ciclo en el que el dolor y la tristeza se convierten en mecanismos de defensa ante lo que la vida nos impone. Esta dualidad se extiende también al Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), que orienta y conduce la totalidad del pensamiento y la conducta.
Podría decirse que la tristeza de hoy es una construcción social, que nos hemos vuelto tristes porque el mundo nos obliga a ser fuertes e indestructibles. El hombre moderno —atado a dispositivos que le ordenan responder, producir y avanzar— ha dejado de lado el arte de la reflexión. Los días pasan con la velocidad de una máquina imparable, y el silencio, que antes era refugio, ahora parece una amenaza.
Y aún más: imagínese poder sustraer la afloración de recuerdos que el alcohol despierta, extirpar la amarga resurrección de los lamentos, suprimir esas memorias que emergen, inoportunas, desde los sótanos de la mente. Conservar únicamente la serenidad, la paz diáfana de la ebriedad, sin el peso de lo que fue ni la sombra de lo que pudo haber sido.
Era una de esas noches frías y taciturnas la irrigación Majes, pedregal en las que la luna se oculta tímida y las estrellas se apartan, dejando al "colono" a merced de la oscuridad.