
Reflejos y recuerdos
lloro, que el agua es el único testigo de mi desconcierto, pero los ojos, esos traidores, delatan la verdad con su enrojecida transparencia, como una confesión involuntaria de la carne que habito.
El espejo es un artificio, un laberinto de mentiras donde me extravío y me encuentro, y aun cuando pretendo creerle, siempre sé que miente. Porque nunca hay un buen mentiroso: el reflejo se traiciona en la leve desviación del gesto, en la duda que asoma en el parpadeo. ¿Quién es ese que me observa con ojos fatigados y un cansancio milenario? Soy yo y no lo soy.