
Literaria
Duendecillos, duendecillos en Majes
Era una de esas noches frías y taciturnas la irrigación Majes, pedregal en las que la luna se oculta tímida y las estrellas se apartan, dejando al «colono» a merced de la oscuridad.
Era una de esas noches frías y taciturnas la irrigación Majes, pedregal en las que la luna se oculta tímida y las estrellas se apartan, dejando al «colono» a merced de la oscuridad.
Hace cinco días, al enfrentarme al espejo, fui tomado por un horror indescriptible: la imagen reflejada se tornó en un enigma, una máscara de artificial indiferencia. Ante mis ojos, la figura que me devolvía la mirada no era la de aquel que habitaba mis recuerdos, sino la de un extraño, un yo despojado de esencia, una sombra etérea que parecía haber escapado de algún sueño olvidado. Esa fría expresión, ese vacío inerte, se erigía como un presagio lúgubre de la soledad que me consumía.